Nemonte, con sus cortos seis años de edad, entendía que había dos mundos. El primero, donde existía su oko —la gran casa donde vivía en la selva— iluminada por el fuego y en donde su familia la llamaba por su nombre, ese que significa “muchas estrellas”. Y el otro mundo, donde los hombres blancos observaban a los Waorani desde el cielo, a bordo de grandes aviones, poseían una empresa petrolera que amenazaba su territorio y donde los misioneros evangélicos la llamaban “Inés”.
“Nuestro Dios que nos da visión es el jaguar y, cuando tú mueres, te conviertes en uno”, explica la lideresa waorani. “Al morir, vamos a seguir vivos espiritualmente, vamos a seguir protegiendo nuestro territorio, en la tierra y con la naturaleza. Con eso me siento muy feliz, porque si un día muero, voy a seguir estando viva, recorriendo y cuidando la tierra”, dice sobre el título de su libro.
Fuente: Mongabay