Para los Ogiek, la miel no es solo un alimento; simboliza muchos aspectos de la vida y desempeña un importante papel en sus ceremonias, desde las bodas tradicionales hasta los eventos comunitarios. La miel se utiliza para elaborar un licor tradicional, pero también se ofrece como un obsequio especial que representa la curación y la fortaleza. Además de sus usos ceremoniales, la miel se mezcla con plantas como la resina de chelumbut para tratar problemas respiratorios, y se utiliza para curar heridas recientes o se mezcla con hierbas amargas para suavizar su sabor.
Los conocimientos tradicionales de los Ogiek sobre hierbas medicinales son vastos, y están custodiados por especialistas como las parteras o comadronas tradicionales, los ensalmadores [curanderos que usan ensalmos], las personas encargadas de los cuidados infantiles y aquellas que se ocupan de otros problemas de salud, como la epilepsia.
Estos conocimientos enfrentan múltiples amenazas. Uno de los retos más importantes es la situación de los derechos territoriales de la comunidad Ogiek en el bosque de Mau. A pesar de haber obtenido en 2022, tras ocho años de lucha, una victoria legal significativa que confirma sus derechos sobre el bosque, las continuas dificultades relacionadas con el acceso al mismo siguen siendo motivo de preocupación. Asegurar el acceso a estas áreas es esencial, ya que la mayor parte de los conocimientos tradicionales tiene sus raíces en ellas.
Los cambios en las políticas nacionales sobre medio ambiente y clima han afectado de manera considerable a las prácticas tradicionales y la interacción con la naturaleza. Estos retos suponen un riesgo para la comunidad por los desalojos que la están desconectando de la naturaleza. Asimismo, las generaciones más jóvenes se trasladan cada vez con mayor frecuencia a las ciudades, alejándose del bosque y de las vías para aprender de los botánicos. En el pasado, estos conocimientos se transmitían de forma oral a través de canciones, cuentos populares e historias. Ahora, debido al hecho de que cada vez hay menos jóvenes que permanecen en la comunidad y que los ancianos son más reacios a compartir sus conocimientos por temor a que puedan ser explotados, corremos el riesgo de perder esta valiosísima sabiduría.
Fuente: El País